Bueno, como avancé en el post anterior, para comenzar en la robótica con la niña nos decantamos por armar un kit ya preparado, en lugar de comenzar desde cero un proyecto propio. Pensamos que sería mas adecuado para captar su atención sin agobiarla con demasiada información nueva de una sentada. Después de todo, tiene sólo ocho años y medio. Mejor que aprendiera lo básico y viera un resultado pronto, nos dijimos, para que se le encendieran las ganas de continuar y ahondar en el tema.
Hay muchos kits para comenzar. Nosotros optamos por el printbot Renacuajo de BQ, que además se programa con Bitbloq, un lenguaje muy parecido al Scratch, pero orientado al hardware. Viene con su placa y su manual, es de hardware abierto, hay bastante información en internet, y además estaba a la vista en una tienda del barrio, así que…
Vaya por delante que la experiencia fue, en general, positiva. Y la recomendamos. Pasamos muy buenos ratos, la niña aprendió bastante, y cuando por fin el ‘bicho’ salió caminando fue uno de los momentos estelares del verano. Pero, para no ser empalagosos, en este post me centraré en los errores que cometimos y los problemas que tuvimos. Al final, son los que de verdad te enseñan a hacerlo mejor la próxima vez, los que te llevan a esforzarte y romperte la cabeza, fijarte en los detalles, aprender.
En el manual es muy fácil, pero…
El Renacuajo es básicamente un coche con unos sensores y la estructura impresa en 3D, que puede ser programado con software abierto. En la caja viene desarmado y con un manual de instrucciones para ensamblarlo. Un juguete de bloques de toda la vida, pero con el extra de la electrónica y el programa para que haga lo que quieres.
Y el primer problema fue el que tienen los kits de toda la vida: armarlo nunca es tan fácil como sale en el manual de instrucciones de la caja. En BQ han hecho un gran trabajo en el diseño. Han optimizado todas las piezas para que cada componente tenga su lugar y cumpla su función. Y vale, se puede armar, pero… no es fácil. Los tornillos, con sus tuercas, terminas poniéndolos tú, y con mucho trabajo (sobre todo en los servos, los motores de las ruedas). Y el niño termina observándote sin poder casi ayudarte, de modo que al final se harta y se distrae; o te hartas tú y lo mandas a hacer otra cosa en lo que terminas de armar el aparato. En la caja recomiendan este robot para niños mayores de ocho años, con la ayuda de adultos. Pero no, amigos, lo arma el adulto.
Luego vino lo de la información. Armamos el robot siguiendo las instrucciones que venían en la caja. Y la primera vez que lo conectamos, no funcionaba. Buscando entonces en la página de Diwo, la escuela de ‘makers’ de BQ, encontramos otros tutoriales en los que se explicaba que primero había que calibrar los sensores y los servos, por ejemplo. En el caso de estos últimos, se hacía metiendo un destornillador por una ranura a la que no hay acceso una vez montado el robot. Con todo el trabajo que habíamos pasado, había que quitarlos de nuevo. Ufff, se te cae el mundo arriba, y lo dejas ya para otro día.
Es lógico. Es electrónica, robótica. Son sistemas con un cierto grado de dificultad técnica. Pero por eso mismo pienso que en BQ deben mejorar la información que viene con el robot. Unificarla. Tal vez habría bastado, por ejemplo, que en el paso 1 remitan a la página web para incluir estos ajustes y calibraciones en el proceso de montaje…
Ahora toca el programa Bitbloq
Al final lo logras, y entonces viene la programación. El lenguaje Bitbloq es magnífico, intuitivo, fácil de sistematizar con un niño… Puedes trabajar con este programa online o bien lo puedes descargar en tu ordenador aquí y no necesitas disponer de conexión a internet.
Al final, tras un poco de esfuerzo, logramos armar el ‘bicho’ y ponerlo a andar. ¡Bieeeennn! Primer reto superado. Lo del ‘siguelíneas’ tenemos que mejorarlo, pero luego lo programamos para que caminara por la casa, doblando y haciendo pausas, y nos la pasamos en grande.
El Renacuajo, cómo no, ha valido la pena para comenzar, pues ha cumplido su principal función: que la niña, tras jugar con él un rato, se detenga y diga: “Muy bonito, pero ahora voy a hacer uno a mi forma”.