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Recientemente participé en las Jornadas de Software Libre de la Universidad de Granada. Fue una experiencia muy interesante, y me tocó clausurar el evento. Para ello preparé una charla titulada: ‘Experimenta, aprende y disfruta (con la tecnología) en el aula y en familia’. Y quiero compartir con vosotros un poco la esencia de las ideas que expuse allí.

Me referí, sobre todo, al debate que existe en estos momentos acerca del uso de la tecnología por parte de los niños y jóvenes, sobre todo en el ámbito de la Educación.

No es un tema fácil. Hoy por hoy, vivimos rodeados de tecnología. Los móviles, por ejemplo. Todos llevamos uno, o un reloj, o cualquier otro dispositivo con conexión a internet. Muchas veces incluso tenemos varios dispositivos con tarifa de datos. Desde 2016, en España hay mas líneas de telefonía móvil que habitantes. Los usamos para todo, desde comunicarnos hasta comprar, orientarnos en un mapa o planificar unas vacaciones. Estamos conectados las 24 horas, siete días a la semana. Y hemos organizado nuestras vidas, nuestra logística personal, de modo que ya no podemos prescindir de esta conexión.

Jornadas de Software Libre de la Universidad de Granada

En las Jornadas de Software Libre de la Universidad de Granada (Foto: OSL).

Nuestros niños y jóvenes están creciendo en este entorno. Es un hecho. Es el mundo que están conociendo. Los avances tecnológicos que inundan cada vez mas rápidamente todos los resquicios de nuestra cotidianidad, no solo han ido cambiando nuestro comportamiento. Inevitablemente, también han llegado al ámbito de los procesos de aprendizaje.

El debate está en la calle, en todos los países. ¿Cómo digieren todo esto los niños? ¿A qué edad deben empezar a usar los dispositivos? ¿Cómo lo deben hacer? ¿Podemos, o debemos, guiarlos, restringirlos? ¿Cómo los acompañamos en este camino? Y no solo nos preocupamos los padres, también los gobiernos. En Francia han prohibido los móviles en el aula, en otros países europeos, los permiten, incluso los alientan…

Guiar, acompañar

Mi opinión es que, sencillamente, no podemos educar a nuestros hijos de espaldas a la tecnología. Sería, incluso, antinatural en este momento. Estamos en el siglo XXI, nos guste o no, y como padres y educadores tenemos que acompañarlos y guiarlos en el uso correcto de las tecnologías.

No podemos quejarnos luego de que lo usen mal, o para propósitos incorrectos, si no los hemos educado primero en ese uso. No podemos reprocharles que en el futuro no encuentren su lugar en un mundo tecnificado, si no los hemos enseñado a vivir y pensar en ese entorno.

Y recalco la palabra ‘pensar’. No me refiero solo a usar los aparatos. Hoy por hoy, muchos niños son capaces de usarlos perfectamente, y enseñarle trucos del móvil a sus padres o abuelos. Estoy hablando de pensar, de razonar. De vivir en un entorno cambiante, diverso, donde se valorará la creatividad, por ejemplo, o la capacidad de reciclaje continuo, por encima de otras habilidades que hoy son las que importan.

¿Significa esto que la tecnología es la solución a estas necesidades? ¿Que debemos introducirla sin mas en el aula, rindiéndonos a ella y poniéndola en el centro del sistema de aprendizaje? Ni mucho menos.

La tecnología, y esta es mi idea fundamental, no es un fin en sí misma, es solo una herramienta.

‘Solo’ eso, una herramienta. Pero una formidable y poderosa. Capaz de cambiar la misma forma en que se imparten y se asimilan los contenidos, de transformar el modo en que nos relacionamos en las aulas, en que hacemos las tareas o preparamos los trabajos en equipo. En las matemáticas, por ejemplo, aplicaciones de Realidad Virtual como Neotrie permiten a los alumnos, por fin, ver los cuerpos tridimensionales tal como son, literalmente en tres dimensiones.

La herramienta tecnología, bien utilizada como complemento, puede introducir en el proceso de aprendizaje elementos que indudablemente ayudan al profesor. Dinamismo, creatividad, sorpresa, magia…

La gran pregunta

Ahora bien: ¿una herramienta para qué?

Por su propia naturaleza cambiante y en continuo desarrollo, en cada momento concreto la tecnología tiene un carácter efímero. Siempre nos ha acompañado a lo largo de la Historia, es una actividad creativa y productiva profunda y exclusivamente humana, y abarca todas las facetas de nuestras vidas. Pero su esencia es el cambio, la transformación, la pulsión por el avance. Sus saltos adelante han definido las épocas del ser humano.

Ahora, además, el desarrollo de la ciencia y la tecnología está experimentando un impulso sin precedentes en la Historia, y a una velocidad creciente. Algunos hablan incluso de que estamos próximos a un punto de Singularidad, a partir del cual su crecimiento será exponencial.

Y ese es el mundo en que vivirán nuestros hijos.

Por lo tanto, en realidad no tiene sentido enseñarles a los niños y jóvenes de hoy la tecnología actual. Para cuando lleguen a adultos, a las edades en que accederán al mundo laboral, es muy probable que todo, o casi todo, haya cambiado. Los aparatos, las profesiones, las habilidades que se busquen en el mercado laboral, incluso internet…

Así pues, ¿qué les debemos enseñar? ¿Para qué me puede servir, entonces, esta herramienta hoy? Pues para enseñar a pensar, a razonar. Para desarrollar su capacidad de enfrentarse a nuevos retos, de adaptarse a formas cambiantes de trabajar, de relacionarse, y de crear. Para que aprendan a vivir en un entorno en perenne cambio.

Cuando utilizamos un kit de robótica en las clases extraescolares, por ejemplo. Con ellos los jóvenes aprenden los rudimentos de la robótica, los motores, los sensores, las placas, rudimentos de la programación… Pero, ¿y luego? He visto clases en la que los niños, una vez armado el robot y jugado un rato con él, se aburrían, intentaban ‘tunearlos’, o inventarse otro juego…

Y es que esto, aprender a armar un robot y programarlo, debe ser solo un primer paso. Una puerta de entrada a un mundo de posibilidades que se pueden lograr experimentando con estas herramientas. Hay que ir siempre un paso mas allá. Intentar enseñarles a enfrentarse y resolver problemas, mas que a aprender los aparatos que tienen en ese momento. A inventarse retos que, a partir de esas cosas que han aprendido, puedan resolver.

Se aprende un idioma para hablarlo, para crear luego tus propias oraciones. Se aprende carpintería para después crear tus propios muebles.

Añadir calidad

Estamos, además, en un momento privilegiado para ello. El boom que ha experimentado el mundo del software y el hardware libre en estos años, ha puesto en nuestras manos potentes herramientas. Arduino, Scratch, App Inventor, Snap . Hoy por hoy, con presupuestos asequibles podemos montar un buen proyecto con nuestros hijos, o equiparnos para resolver un reto que hayamos imaginado. Nunca fue tan fácil encontrar una comunidad que te enseñe, o te ayude en casi cualquier cosa, incluso desde el otro lado del planeta.

El objetivo, en definitiva, es añadir calidad al tiempo que dediquemos a educar o ‘jugar’ con nuestros hijos. La tecnología, por supuesto, no puede convertirse en el centro de la Educación, ni sustituir a la figura del profesor, ni a la enseñanza de las Humanidades, los valores, o las Ciencias. Pero puede ayudar, y mucho.

No podemos obviarla, o darle la espalda. No podemos negar el momento en que estamos, ni quitar la vista al mundo en que tendrán que vivir nuestros niños y jóvenes. Esta herramienta tan poderosa está aquí. Y, o la usamos nosotros para enseñar a nuestros hijos, o la usarán ellos, intuitivamente y sin la visión de futuro que nos da a nosotros la edad. Ese es nuestro verdadero tesoro, lo que les debemos transmitir.

Tal es, en mi opinión, el dilema real al que nos enfrentamos. Enseñar no consiste solo en transmitir lo que hemos aprendido. Hay que ir mas allá.

Y tú, ¿qué opinas? Puedes dejar tus opiniones en los comentarios, nos encantaría leerte.